domingo, abril 16, 2006

JESÚS

Bruno Marcos
Lo que más me fascina de los evangelios últimamente son sus rasgos de verosimilitud. Por ejemplo, ese joven que sale, en Marcos, durante el prendimiento envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo y que, cuando intentan capturarlo, huye desnudo dejando la sábana. O esa confusión, al expirar, cuando exclama Eloí, Eloí, lama sabachtaní? Que algunos de los asistentes a la crucifixión entendieron mal creyendo que llamaba al profeta Elías para que le salvara cuando lo que dijo era Padre, ¿por qué me has abandonado? O, por supuesto, las dudas de Getsemaní, que la propia iglesia clasifica como esas particularidades inexplicables de la psicología de Jesús dada su doble condición de hombre y dios.
Todos esos datos son sublimes desde el punto de vista narrativo porque no puedes dejar de pensar que esas cosas pasaron tal y como lo expresan las escrituras porque a nadie se le ocurre incrustar la aparición del muchacho, o una confusión en un momento tan enorme como la muerte de un dios, o el hecho de admitir -por escrito- que este mismo dios pide dejar de serlo, que si es posible pasase de él el cáliz de ser dios. Tienen tal potencia realista que creo que ni siquiera aquellos a quienes no convenía que aparecieran estas dudas no tuvieron el valor de borrarlas.
Mi padre y mi madre defendían que si no había milagros Jesús no habría sido dios y que, sin ellos, la gente no habría creído en que era algo especial. Yo les preguntaba qué han aportado los milagros a la Humanidad, que el mensaje de Jesús era solamente uno, el del amor y la igualdad de los hombres, y que eso sí había cambiado la Humanidad. Los milagros eran para que los tontos creyeran en el otro mensaje cegados por lo insólito.
Me fui con la idea de que yo mismo había predicado en el desierto pero una o dos semanas después oí a mi madre decirle a alguien que los milagros eran algo secundario, que los hizo para que creyera en él la gente que no se convencería con los argumentos sin más. Tuvo además el detalle de citarme como fuente de esa idea.
Hoy, domingo de resurrección, enciendo el televisor y un grupo de tertulianos -perdido en un canal local- echan la culpa a Pablo de que se inventara la naturaleza de Cristo divino. Dicen que Pablo tuvo muy poco éxito entre los judíos pero mucho entre los gentiles y entonces helenizó todo el personaje de Jesús. Un cura, en clara minoría, apela a la razón para que no le digan que lo que le pasó a Pablo es que le dio un ataque de epilepsia cuando cayó del caballo.
El caso es que la mayoría defiende lo que yo, que los milagros están a punto de desaparecer como literalidad histórica y a punto de entrar a ser forma literaria. Sin embargo uno de ellos va más allá de lo que me parece justo y me inquieta, añade que en el mundo helenístico la taumaturgia estaba a la orden del día y los trucos, tales como resucitaciones y demás, eran realizados por magos de muchos tipos. Esto no puede entrar en mi cabeza como no puede entrar en la de mis padres que Jesús sólo fuese hombre: ¿Cómo iba a ser un falsificador?¿Cómo una persona como él iba a valerse de la magia, de la mentira para proclamar la verdad?
Puestos a sospechar, ¿tal vez la verosimilitud literaria sea, en mi caso, el milagro, los milagros puestos para gente como yo, y, milagros y verosimilitud literaria, sean ambas cosas falsas?

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

veo en el parte tu ausencia,espero que te mejores o que regreses de tus vacaciones viajeras...

abril 19, 2006 9:54 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Larsen hay que animarse a hacer un glosario de motes y personajes y sitios que aparecen en el blog

abril 20, 2006 12:57 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Jeremías que ya se han acabado las vacaciones...actualiza el blog y deja los otros blogs.Viva la República!!!

abril 21, 2006 9:45 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Veo que has naufrado en la isla y es viernes.Que malo eres!!!!!

abril 21, 2006 10:03 a. m.  

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